JOSÉ BELLONI

BIOGRAFÍA


Difícil tarea la de resumir vida y obra de este gran artista, tan profundamente ejemplificadora una, como vasta y profunda la otra. Ambas, están tan íntimamente ligadas, que es imposible separarlas. Se puede decir que en Belloni, el hombre y su obra, se han fundido tal como la amalgama en el bronce de sus esculturas. Nos preguntamos por cual misterioso camino, este niño nacido en Montevideo, Uruguay, hijo de un humilde inmigrante suizo, proveniente de Lugano, y de una vasca española, habrá de convertirse con el tiempo, en artista venerado en su País de nacimiento, y respetado en el mundo entero. Sabemos que por la profesión de su padre, estuvo desde su nacimiento en permanente contacto con la naturaleza, heredará de éste su amor por ella, pero un rotundo, y casi dramático cambio se producirá en la vida de José, a los 8 años de edad. Sus padres se separan, permaneciendo su madre Martina y sus hermanas María Isabel y Carlota en Montevideo. Su padre Giuseppe retorna a Lugano, con el pequeño José. La sin duda dolorosa separación, será en algo mitigada por la emoción del viaje en barco, y por el caluroso recibimiento en Lugano de sus familiares. Pero no podemos soslayar aquí, el hecho de que el día de su arribo a Lugano, coincidiera con la conmoción causada en todo el país por la muerte del gran escultor Suizo Vincenzo Véla. Las condiciones estaban dadas, para que aquel pequeño niño grabara en su inconciente este hecho conmovedor. Seguramente quiso en aquel momento convertirse con el tiempo, en un hombre querido y respetado como aquel escultor. Tal vez, la genética habrá aportado lo suyo. La educación, fundamentalmente paterna, también. Sabemos de su formación europea, de los excelentes maestros que tuvo en Lugano a temprana edad, y de las afamadas academias del viejo continente que frecuentó con inusitado brillo, siendo un joven que ya anunciaba el gran escultor que habría de venir. Se dice, que algunos hombres, nacen con ese fuego sagrado que los diferencia, y los eleva por sobre el resto. ¿Será este el misterio que nos legó este notable artista? . Belloni no creía en esto, creía en el trabajo, y citaba para ello el testamento artístico de Rodin:...“ejercitaos sin descanso, es preciso extenuarse en el oficio……No contéis con la inspiración, ella no existe.…Que la Naturaleza sea tu única Diosa “… Pienso que lo anteriormente expresado, estaría incompleto si no hiciéramos referencia a quien fuera su maestro, el que lo orientara desde niño, quien le diera valores y conocimientos. Mentor, porque al verle condiciones naturales para el oficio, lo tomó como aprendiz en su taller; Amigo, porque fue generoso en el halago, y duro en la crítica. Consejero, al que recurriera Belloni, ya hombre, cuando lo consideró necesario. Llegado el momento lo impulsó a forjar su propio camino. Nos referimos al escultor ticines, Luigi Vassalli, quién lo despidiera de regreso a Uruguay con la siguiente frase: “Si en tu afán de crear, te sientes atraído a seguir nuevos caminos, síguelos sin dudar…” Belloni siempre veneró a su maestro, y nosotros, como uruguayos debemos estarle siempre agradecidos. Montevideo envío a Lugano un niño ávido de conocimientos. Lugano le devolvió un hombre íntegro, y un artista que conocerá las palmas consagratorias.

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SOBRE MI ABUELO


“Mi nombre es José Alberto Belloni, uno de los nietos del escultor José Belloni, al cual su pueblo ha denominado el escultor de la Patria. Tuve la fortuna de dar mis primeros pasos en el taller de mi abuelo, ya que las casas de mis padres y de mis abuelos estaban unidas por el taller de escultura. Allí la magia de la creación me atrapó para siempre. Es un honor y un gusto poder introducirlos dentro de la vida de este gran uruguayo, nacido en el Paso del Molino, un ser excepcional desde el punto de vista humano, y desde el artístico uno de los más grandes escultores que dieron estas tierras americanas. El pequeño José se trasladó a los 8 años a Lugano, Suiza; acompañando a su padre de retorno a su país de origen, permaneciendo su madre y sus hermanas aquí en el Uruguay. En Suiza se formó como artista y como hombre. Se recibió de profesor de dibujo profesional y ejerció el cargo en Morcote. Obtuvo el título de escultor en el Salón nacional de Lausanne a los 22 años con su obra “Chagrin”, pero fue gracias a una beca que otorgaba el gobierno uruguayo, cuyo único requisito era ser oriental, que pudo ampliar sus conocimientos en Europa donde se destacó superlativamente en las afamadas

academias de Roma y Múnich, exponiendo en otros centros culturales del viejo continente como Budapest, Paris, etc. Culminados sus estudios instaló su taller en la Vía Margutta, Roma, pero el llamado espiritual de su país natal y la obligación moral de devolverle a su país lo que éste había invertido en él al becarlo, lo hizo regresar definitivamente al suelo que lo vio nacer. De esos primeros tiempos quedaron obras en Europa, básicamente en Suiza y llegado al Uruguay se dedica primordialmente a volcar todo ese conocimiento adquirido en el viejo continente en nuestro país, no olvidando sus raíces de origen humilde de padres inmigrantes y trabajadores y añorando sus días de primera infancia cuando dormía la siesta recostado en un buey arador de la quinta de La Paz, donde sus padres se ganaban el sustento diario. Así que con muchísimo empeño y trabajo ese pequeño niño débil y enfermizo, a quién nadie auguraba un buen futuro, terminó siendo un triunfador gracias a su capacidad, a su talento, a sus años de estudio, pero fundamentalmente a lo que sostuvo toda su vida: de que él no creía en el talento, creía en el trabajo. Y vaya que trabajó este hombre en mil oficios: carpintería, herrería, decoración, pintura y escultura. Fue un excelente dibujante y terminó adoptando la escultura prácticamente al final de sus estudios. Consagró su vida a fijar el origen de la identidad oriental en su obra: la vernácula, la social y la cultural. Todo eso lo tenemos para disfrutar en nuestro país, porque el grueso de su obra y en especial la cantidad y calidad de obra monumental está en Uruguay y principalmente en la ciudad de Montevideo, para regocijo de todos. Monumentos “para contemplar y reflexionar” al decir del Maestro.”

José Alberto Belloni.


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